“Uno pide el favor, y les dice: que no se les olvide que yo las tengo en cuenta”
Liliana Ortiz
Sola frente a las tumbas del pabellón de Cuerpos no identificados ubicado en el Cementerio del Sur de Bogotá, Liliana Ortiz de 73 años saluda con una mano la lápida de las ánimas mientras con la otra espanta a las moscas que interrumpen su oración. Permanece reservada y se concentra fervorosamente en sus peticiones que por tantos años han forjado en ella una fe inquebrantable.
“Yo llevo años y, hasta el momento bendito Dios, a la virgen y a las almas, nunca me ha pasado nada a mí, ni a mis hijas, ni a mis hijos” comenta Liliana, quien por mucho tiempo ha acudido a las almas de los mal llamados NN para pedir favores ya que, según ella, estas nunca le han fallado.
Nidia Domínguez con pasos lentos, en actitud de reverencia, recorre el mismo pabellón. Entre murmullos platica con las almas y golpea sus tumbas para que estas la escuchen. Camina silenciosa y saluda con respeto sin dejar que nadie la detenga en sus oraciones. “Yo les golpeo, así como me ven. Si yo no lo hago me siento mal, tengo que hacerlo” dice Nidia; termina su trayecto hasta llegar al otro lado, reposa de pie unos minutos y se marcha.
“En acción de gracias a las benditas almas por todos los favores recibidos” es el lema escrito en la gran mayoría de lápidas que reposan en este pabellón blanco. Cada semana, el cementerio del sur, también conocido como Matatigres, recibe a cientos de visitantes y devotos que llegan con la intención de pedirles favores a dichas ánimas porque para ellos, estas son las más milagrosas.
“Ellas ya son almas olvidadas, no tienen familiares ni nada, entonces son a las que más visitan. Yo vengo y volteo por esto un rato y hablo con ellas y les digo: “mis almitas no las molesto más pero no se les olvide el favor que les pedí”” dice Liliana entre risas.
El cemento gris de aquellas lápidas tiene grabadas las palabras: “NN Masculino” o “NN Femenino” acompañadas de una fecha, un número de identificación, una dedicatoria, los nombres de aquellos que ofrecieron la lápida al cuerpo e incluso números del chance para que las benditas almas les hagan el ‘favorcito’ y se lo ganen.
“Cuando muere una persona no identificada la sepultan bajo un número, si de pronto aparece la familia se le pone un nombre a la lápida, pero si se sabe que no tiene familiares y que nadie responderá por él, las personas le pagan una misa a ese número” dice el sacerdote Félix Antonio Moreno.
¿De dónde vienen las benditas almas?
El cementerio Matatigres alberga a más de 700 tumbas de cuerpos no identificados que se convierten en “almas olvidadas” y que llegan al camposanto a causa de muertes trágicas, asesinato, accidentes, conflicto armado y desaparición forzada.
Este sitio sagrado figura como uno de los últimos destinos de varios desaparecidos de la toma del Palacio de Justicia ocurrida el 6 de noviembre de 1985. Según un reportaje hecho por el periódico El Espectador, durante los años siguientes, entre los cuerpos sin identificar enterrados en una fosa común del cementerio del Sur se encontraban los restos de Ana Rosa Castiblanco, quien para ese entonces era empleada de la cafetería del Palacio, Carmen Cristina Garzón y Mónica Molina Beltrán, guerrilleras del M-19.
Miguel Ángel Carrera, antropólogo de la Pontificia Universidad Javeriana cuenta que muchos de los cuerpos no identificados de Matatigres probablemente son de “personas que vienen de otras partes del país y en cierto momento estuvieron relacionadas con el conflicto (…) es el caso del desplazamiento por paramilitarismo, ejército, guerrilla y Bacrim que generan unas tensiones dentro de la ciudad y cuando se trata el tema de NN muchas veces tiene que ver con el hecho de no querer decirse a qué bando supuestamente pertenecían”
Aunque es desconocida la procedencia y el motivo de muerte de muchos de estos cuerpos sin nombre que permanecen y permanecerán por siempre en el anonimato, sus almas han pasado a la historia como las milagrosas. Cientos de fieles encomiendan su salud, bienestar, tranquilidad, problemas económicos, preocupaciones, dificultades familiares y todo tipo de súplicas a las benditas ánimas de los no identificados.
“Sí Mijas, todo es la fe”
Liliana comenta con vehemencia que “todas las almas son hermosas y valiosas, pero como ellas son las olvidadas son las que más agradecen que uno viene y se acuerda de ellas”. Con toda una vida cumplida, esta mujer de ojos azules asegura que sus ‘almitas’ nunca la han dejado sola, que su salud es impecable y su apariencia juvenil y picara dan prueba de ello. “No sufro ni de un dolor de cabeza, mantengo más alentada yo que las hijas”.
“Sí mijas, todo es la fe. Mi hijo como se habrá vuelto de creyente que se viene a pie desde el barrio San Francisco y llega acá bien. A las 6 am se levanta, se baña, llega (al cementerio) y está cerrado todavía, pero reza desde afuera”, agrega Liliana.
En este ritual sagrado hay que dar, recibir y devolver. Los creyentes encomiendan su plegaria a la vez que ofrecen flores, velas, serenatas, novenas, rosarios, misas, placas grabadas, agua para que las almas beban y la promesa de que volverán a visitarlas y agradecerán el favor cumplido.
Mientras tanto, en la entrada del cementerio con un bastón en la mano derecha, un bafle en el piso y un traje de mariachi se encuentra Miguel Hernández que se mantiene a la espera de un visitante que quiera regalarle una serenata a su difunto ser querido.
Miguel llega varios días de la semana a cantarle su repertorio a las almas que reposan en el camposanto. Con su bafle negro, y sus memorias USB que contienen diferentes canciones, géneros y estilos, se prepara para cantar 3 o 4 de las canciones más populares de serenata.
“Yo llevo aquí 30 años, mi trabajo es este. Yo les pregunto qué quieren escuchar, yo tengo todo el repertorio (…) A los no identificados le piden serenatas grupos de amigos, me dicen: ‘’Hermano le voy a dar 100.000, 80.000, 50.000 o 20.000 pesos que es lo mínimo que cobro, y yo les canto 2,3, o 4 canciones””
Según Miguel, estas serenatas se convierten en un mecanismo de recordación. La música ayuda a no olvidar a los que ya se fueron, o las fechas especiales como el cumpleaños, el día de la madre o el padre que aún después de la muerte se siguen celebrando. “A pesar de que ya no viva la madre, o el esposo, el hermano o el hijo, aún lo siguen queriendo”
Mientras Miguel me acompaña en un recorrido por el cementerio, por la puerta principal entra un carro negro típico de funeraria, con los vidrios blindados y sin ningún tipo adorno. En el carro vienen dos hombres con trajes protectores que se detienen a conversar con el mariachi:
– ¿Un NN? Pregunta Miguel sin asombro alguno.
-Sí
– ¿Era joven? Pregunta de nuevo.
-Si, responden ellos.
Seguidamente cada uno continúa su camino como si aquella conversación nunca hubiese existido.
Para muchos estas almas otorgan lo que se les pida, siempre y cuando se le implore con la más impoluta fe. La música aquí se convierte en una de las más especiales formas de agradecimiento y recordación.
Aunque una gran cantidad de cuerpos no identificados arriban a este cementerio para descansar eternamente, una gran concentración de estos se halla justo atrás de Matatigres en el parque Villa Mayor que es considerado una gran fosa común. A este parque acuden cientos de devotos, especialmente los lunes, considerado un día significativo para las ánimas, y les dejan obsequios, ofrendan misas y realizan novenas por el descanso y los favores recibidos.
“Los curas, algunos de ellos ni siquiera son curas, se ponen la sotana, conocen el discurso y el rito y se les paga por hacer una misa, entonces salen del cementerio, pasan al parque y la ofician. Allí se tienen fotografías, cuelgan muñecos, porque no son sólo adultos, sino que también hay niños, se empiezan a colgar bolsas de agua y se colocan velas con unos colores para pedir por ciertos favores” explica Miguel Carrera.
Tanto Liliana como Nidia han encontrado la forma de abrir un camino en la memoria colectiva para todas aquellas almas que descansan en el camposanto bajo las letras NN y quienes solo les queda no ser olvidadas ni alejadas de las plegarias de las que ahora son protagonistas.
El cementerio del Sur será siempre recordado por albergar en su interior relatos no contados, rostros no reconocidos, oraciones sin nombre propio y cientos de almas benditas. Así mismo, el parque Villamayor honra la muerte de los sin nombre, el extenso espacio sagrado conserva la más cruda historia del conflicto por lo que no ha dejado de ser un sitio de peregrinación en el que encontramos la manera de resistir al olvido a través de la memoria.
“Un alma sin cuerpo es tan inhumana y atroz como un cuerpo sin alma”
Mann 2005