Una caja mágica en medio de la selva espesa

“En las noches oscuras y silenciosas se prendía de pronto un radio…los guerrilleros llegaban con un radio y entonces nos traían un regalo. Esperábamos para escuchar las voces de nuestras familias que nos alentaban y nos daban la esperanza para continuar soportando lo que para muchos podría ser insoportable”, Sargento de la Policía Cesar Lasso, secuestrado por las FARC-EP en la toma de Mitú en 1998 y liberado en 2012.

Congelados en el tiempo y el espacio durante más de una década de secuestro, caminando sin pausa desde la madrugada al atardecer, recorriendo la frondosa selva de la región Amazónica colombiana o encadenados a un árbol durante varios días, sin conocer con certeza su ubicación exacta salvo por la información que escuchaban en la radio y en las conversaciones de los guerrilleros de las FARC-EP. 

Así transcurrieron muchos de los días de cautiverio del Mayor General de la Policía Luis Herlindo Mendieta, el Sargento de la Policía Cesar Augusto Lasso Monsalve, el Sargento del Ejército Luis Arturo Arcia, y el Sargento Primero del Ejército José Miguel Arteaga, secuestrados en las tomas guerrilleras que las FARC- EP realizaron en Mitú (Vaupés) y El Billar (Caquetá) en 1998. 

“Los primeros días fueron como de shock… como si uno estuviera levitando, andando por encima de la tierra o de ese río del Vaupés por el cual navegábamos. Sus aguas un poco turbias, negras, hacia el oriente, siguiendo en contracorriente hacia el Guaviare. Esos días iniciales no los recuerdo en detalle como muchos de los días de ese largo cautiverio”, cuenta el Sargento de la Policía Cesar Augusto Lasso Monsalve.

Fue con miedo e incertidumbre por lo desconocido, por no saber qué sería de ellos, que se fueron internando poco a poco en la extensa vegetación, en un largo camino que los llevaría a conocer las selvas de Colombia en su formación, en su interior, en su oscuridad y en su grandeza.

Aunque las condiciones de secuestro de estos miembros de la fuerza pública fueron diferentes, todos compartían el mismo sentimiento por este medio de comunicación. Para ellos era su polo a tierra, su única conexión con el mundo y con sus familias, el único lazo que unía ese universo selvático y oscuro con la realidad. Así que se aferraron a la radio para sobrevivir.

Parecía irreal que en medio de los imponentes arboles gigantes, los arbustos ramificados, los ríos caudalosos y el calor húmedo envuelto de zancudos, llegaran desde lejos las ondas radiales que transportaban consigo los mensajes de aliento, las dedicatorias y las voces de sus seres queridos. Sin embargo, esas transmisiones eran intermitentes, pues durante los diferentes años de secuestro el acceso a este medio muchas veces desapareció dejándolos en total aislamiento.

Condiciones selváticas e inhumanas

“El lugar exacto no sabríamos decirlo, pero si sabíamos que estuvimos entre el Caquetá, que fue el lugar donde ocurrieron los hechos (secuestro), después nos trasladaron a límites entre Guaviare y Meta y finalmente en el Guaviare donde estuvimos diez años”, afirma el Sargento del Ejército Luis Arturo Arcia, secuestrado en la toma del Billar (Caquetá) en 1998 y liberado en 2012.

Al pasar por un caño o por un río grande Cesar Lasso narra que escuchaban algunas de las conversaciones de los guerrilleros y podían intuir en qué regiones, zonas o departamentos estaban. De esta forma supieron cuando estaban en el rio Vaupés, en Miraflores, entrando al Guaviare, y cuando estaban entrando al Caquetá. Algunas veces, los paquetes de comida que les daban tenían escrito en las envolturas el lugar, así fue como se enteraron de que estuvieron en San Vicente del Caguán. 

Durante más de una década de cadenas, campamentos provisionales y marchas forzadas para evitar dejar al descubierto su ubicación al Ejército y a la Policía Nacional, los guerrilleros y secuestrados fueron internándose cada vez más en la extensa vegetación tropical. Esto implicó todo un proceso de agudizar sentidos y conocer a profundidad el vasto ecosistema que los rodeaba.

Las lluvias y el calor húmedo de más de 24° C fueron las condiciones constantes del cautiverio, pues estos tres departamentos (Caquetá, Guaviare y Meta) cuentan con un clima propio de la selva húmeda tropical en el que en tiempo de verano escasea el agua, por lo cual debían incrementar sus caminatas, mientras que en época de invierno las tormentas y la red de caños y ríos crecía tanto que debían buscar las partes altas.    

Las tormentas y el desplazamiento permanente muchas veces limitaban el acceso a la radio; pero, aunque la señal fuera mínima, el ingenio podía más. Ataban una esponjilla de alambre a un árbol y estripaban las baterías con una piedra, para sacarle hasta la última gota de energía, esto les permitía sintonizar algunas frecuencias para escuchar los mensajes de sus familias o el partido de fútbol del momento.

Sin importar la hora, se turnaban el radio entre el grupo y cuando aún quedaban baterías aprovechaban para escuchar programas como ‘Voces del Secuestro’, ‘Hora 20’ y ‘la Carrilera’, entre otros, en los que los locutores o el equipo periodístico abrían los micrófonos a las familias y allegados. Este medio también les recordaba que la vida fuera de la selva seguía transcurriendo mientras ellos, continuaban día a día en esa realidad que parecía no tener fin. 

“Nosotros estábamos congelados en el tiempo, congelados en esa nevera, pero con unos oídos pendientes de lo que pasaba en el mundo cuando tuvimos la radio”, narra el Mayor General (R) Luis Herlindo Mendieta.

La transmisión radial más esperada  

Más allá de las transmisiones habituales, era difícil recibir anuncios radiales muy específicos sobre los procesos que adelantaba el Ejército y la Policía Nacional con el apoyo de diferentes organizaciones para promover y desarrollar operaciones para la liberación de secuestrados. Sin embargo, para el Sargento Primero José Miguel Arteaga y para el Sargento Luis Arturo Arcia la radio fue la que les dio la noticia más esperada: su liberación. 

Por fin verían la luz, dejarían atrás los árboles, las cadenas y el infierno de ser prisioneros en la selva. Pero, aunque siempre tuvieron la esperanza de ser liberados, el día a día del cautiverio, el desánimo, el dolor físico y emocional y las condiciones inhumanas que afrontaban, les impedían creer que esa noticia que por tanto tiempo habían esperado fuera verdad.

Al Sargento Luis Arturo Arcia, el secuestrado colombiano con más años en cautiverio (14 años), desde la toma de El Billar en marzo de 1998 hasta su liberación en abril del 2012, esta noticia le parecía irreal, había esperado tanto por retomar su vida y reencontrarse con su familia que la transmisión radial que escuchó el 26 de febrero de 2012 en la que anunciaban su liberación fue para él el momento más feliz de su vida. 

Sin embargo, fue hasta el 2 de abril de ese mismo año que a orillas del río Guaviare, después de haber caminado más de siete kilómetros, emprendió su camino hacia la libertad. Esta liberación fue un paso importante para las negociaciones posteriores del acuerdo de paz.

Para el Sargento Primero José Miguel Arteaga, secuestrado al igual que el Sargento Arcia en la toma de El Billar, la noticia llegó de forma diferente pues a través de la radio se enteró de que había una Comisión gestionando la liberación de secuestrados, pero nunca pensó que poco tiempo después el Ejército Nacional llevaría a cabo la Operación Jaque en la que fue rescatado junto con otros 11 militares, tres estadounidenses y la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt el 2 de julio del 2008 en el Guaviare.

Horas después del rescate, el Sargento Primero Arteaga fue llevado con sus compañeros hasta la base militar en Tolemaida (Tolima) y posteriormente a Bogotá. Así fue como inició una nueva vida al lado de su familia.   

La radio fue la compañía fundamental de estos miembros de la fuerza pública durante sus años de cautiverio. En medio de la oscuridad, de las caminatas y de la profundidad de la selva, este medio de comunicación les dio la fuerza y el aliento para seguir soportando y sobreviviendo a esa dura realidad con la esperanza de recuperar un día sus vidas en libertad.

“Quien tiene una radio no está solo (…) yo creo que si no hubiera existido la radio seguramente no estaríamos aquí contando el cuento” – Mayor General (R) Luis Herlindo Mendieta – secuestrado por las FARC – EP desde 1998 hasta 2010.

 

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