La Universidad Nacional de Colombia como escenario del conflicto armado – Una plaza en la Ciudad Blanca

Una Plaza en la Ciudad Blanca

Aclaración: El trabajo que estás próximo a leer hace parte de la primera investigación del portal periodístico Construyendo Democracia, Maestro. La totalidad de la investigación se estará publicando a lo largo de octubre 2020 con tres entregas semanales.

Ilustración por Andrés Cruz realizada a partir de: imágenes digitales de la Plaza Santander o Che Guevara de la Universidad Nacional de Colombia, y que hacen parte de la Colección Fotográfica que el Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia conserva y custodia en su sede Bogotá

Por: Alejandra González González (TW: @AleGonzalezG96)  y editado por Carolina Piñeros.

«Que la universidad se pinte de negro, que se pinte de mulato, no sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores, que se pinte de obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el patrimonio de nadie y pertenece al pueblo…” Che Guevara

La Nacho, la UNAL, la Ciudad Blanca, la UN, la Universidad Nacional de Colombia. Una Universidad que es en su interior el reflejo de un país y uno diferente al mismo tiempo. Desde sus espacios muestra los contrastes ideológicos, políticos y socioeconómicos de los colombianos. Así como los rastros de lo que han sido los más de 60 años de conflicto armado en nuestro país.

Desde su fundación en 1867, sus espacios estaban dispersos por diferentes lugares de Bogotá. Fue hasta 1935, en el gobierno del presidente Alfonso López Pumarejo, que se inició la construcción de la Ciudad Universitaria, un proyecto que buscaba unificar estas sedes en un solo campus.

En esta labor, los alemanes Fritz Karsen y Leopoldo Rother desempeñaron un papel fundamental. Karsen, desde su trayectoria en pedagogía organizó los diferentes departamentos (hoy conocidos como facultades) y Rother, a su vez, al ser arquitecto, concretó el proyecto desde el diseño de infraestructura dándole una singular forma que muchos aseguran es de un Búho.

Colección Fotográfica del Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá

Poco a poco fue emergiendo la conocida Ciudad Blanca y con ella las vivencias que los estudiantes han dejado a su paso. La Nacional ha sido la cuna de grandes personajes de la historia colombiana.

En sus pasillos han caminado políticos como Jorge Eliecer Gaitán, Laureano Gómez, Carlos Lleras Restrepo y Virgilio Barco; escritores como Gabriel García Márquez, quien no se graduó, pero hizo dos semestres de derecho, José Eustasio Rivera y León de Greiff; revolucionarios y visionarios como Camilo Torres y Jaime Garzón; y empresarios como Carlos Ardila Lülle y Luis Carlos Sarmiento Angulo. Diferentes profesionales que de alguna u otra forma han contribuido en la visión que hoy tenemos de nuestro país.

Esa misma diversidad es la que va dejando huella en los espacios de esta Universidad a lo largo de sus 152 años. Al hablar con diferentes egresados, de la última década, se evidencia el contraste que tuvo y siguen teniendo cada una de sus facultades y carreras. Desde la Facultad de Ingeniería que cuenta con talleres funcionales, impresoras 3D, cortadoras laser y laboratorios; hasta el edificio 303 de Arquitectura, Premio Nacional de Arquitectura que quedó mal construido y tocó tumbar.

Estos contrastes no dejan de sorprender aun cuando es una institución que tiene en este momento 5.658 estudiantes matriculados y 3.113 profesores de planta, y aunque podría pensarse que no hay un punto de encuentro, la realidad es que se entremezclan y confluyen en el corazón de la Universidad Nacional: La Plaza Che.

Para 1973, se inauguraron los tres edificios que darían lugar a la entonces Plaza Central: el Auditorio León de Greiff, la Biblioteca Central, hoy Biblioteca Camilo Torres, y la Torre Administrativa, que luego se convertiría en el edificio de Enfermería.

En esta plaza se encontraba la estatua del ‘Hombre de las Leyes’, Francisco de Paula Santander, por lo que empezó a conocerse como Plaza Santander. Esta estatua representaba al hombre que impulsó la educación pública en el país. Sin embargo, en el 76 los movimientos estudiantiles de la época, en un momento de efervescencia por la conmemoración de la muerte del Che Guevara, decapitaron la estatua y la colgaron del puente peatonal de la calle 26.

Colección Fotográfica del Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá

Cinco años después, los hermanos Alfredo y Humberto Sanjuán Arévalo pintaron por primera vez la imagen del Che en la pared del Auditorio León de Greiff, inspirados en la imagen del fotógrafo cubano Alberto Korda, con el fin de rendir homenaje a los estudiantes desaparecidos en los 70. Poco tiempo después, estos hermanos también fueron desaparecidos.

A partir de ese momento, la plaza empieza a conocerse con el nombre de este líder revolucionario.

“La Che” como escenario de revolución:

Una reunión para la marcha contra los abusos del Estado, una asamblea de 4 o 5 horas en el León de Greiff, la imagen de Jaime Garzón pintada en lugar del Che o la formación de los capuchos con el discurso del momento, son manifestaciones que se gestan en esta Plaza y que son la voz de los estudiantiles frente al debate nacional. 

El conflicto armado colombiano ha estado presente en la universidad pública y esta Plaza no ha sido ajena a estas manifestaciones. La pregunta es ¿Por qué estos fenómenos han llegado a este lugar?  Remitámonos un poco a la historia del conflicto armado colombiano bajo la narración del profesor Mauricio Archila, historiador y docente de la Universidad Nacional.  

“Durante y al final del Frente Nacional, va a haber un auge de luchas muy fuertes en el 71, luego en el 75 y 76. Eso se da en paralelo con el auge de las guerrillas, especialmente el M-19, que va a tener mucho impacto en las universidades. Hasta ese momento las guerrillas eran básicamente rurales, pero al traerse el conflicto a las ciudades, también las universidades terminan siendo cada vez más escenario del conflicto armado”.

“En algún momento las guerrillas entran en una lógica cada vez más militar, para subsistir, y su relación de masas o con la población, pues se va subordinando más a una estrategia militar y ahí tal vez si es cuando se piensa que la universidad puede ser, digamos, un lugar de reserva, para extraer cuadros, para lograr tareas de apoyo, para que les consigan medicina, alimento o una que otra arma”, agrega el profesor Archila.

En este sentido, los movimientos estudiantiles que han tenido simpatía por la izquierda se radicalizan y encuentran en esta ideología un horizonte revolucionario, a través del cual van trasformando sus manifestaciones de lucha y de movilización.

No es lo mismo hablar de los movimientos estudiantiles de los 60, con la influencia simbólica de la revolución cubana y la coyuntura con el Frente Nacional, a hablar de los movimientos estudiantiles de los 2000, pues son contextos históricos y políticos diferentes. 

“El movimiento estudiantil de los 2000 fue un movimiento fuertemente autónomo. Radicalizado sí, pero políticamente en sus propias dinámicas, desarticulado de este imaginario conspirativo que se intentaba construir durante el segundo gobierno de Álvaro Uribe Vélez, de que las universidades estaban tomadas por la guerrilla”, así lo expone Jairo Rivera, politólogo, docente y activista, además de líder estudiantil de la UN.

Rivera agrega que: “muchos estudiantes sentían simpatía con el simbolismo que hay detrás de la lucha armada, pero ni esa simpatía ni esa identidad estaban cerca de que un muchacho fuera guerrillero”, y afirma que para ese movimiento la asamblea fue el mecanismo de lucha elegido y el Auditorio León de Greiff, ubicado en la Plaza Che, su escenario.

Además de estas asambleas, se suman las formaciones y discursos de los encapuchados, que desde tiempo atrás, son actores que usan la acción violenta como forma de manifestación. Una realidad que para bien o para mal ha influido en la construcción de parte del imaginario de lo que es la Universidad Nacional.    

Para muchos, la presencia de estos actores, el gas lacrimógeno y las papas bomba eran toda una experiencia, para otros era algo normal propio de las dinámicas de la universidad pública. 

Juan Pablo Parra, abogado egresado de la Nacional, narra lo siguiente: “Cuando había protestas duras y desalojaban, sonaba esa sirena de la segunda guerra mundial y pues yo si admito que si no tenía clase iba a ver los enfrentamientos entre los capuchos y el ESMAD”.

“Es un evento que tiene algo atrayente y poco común pero también aburre muy rápido. Yo no veía nada de heroísmo en esas acciones. Se convertía en un juego un poco infantil en el que adultos vestidos de negro afuera y adentro de la universidad se tiran cosas y salen a correr unos y otros por horas y horas sin ningún sentido, porque al final se van ambos para sus casas”, concluye. 

Por su parte, Andrés Cruz, egresado de Diseño Industrial dice: “Llega un punto en el que uno normaliza esas actitudes en la Universidad, al inicio escuchando las papas todos asustados y después ya uno pensaba: estos no van a dejar hacer clase hoy o a veces uno seguía la clase normal y era como escuchar cualquier otra cosa afuera. Era paisaje”.

Desde la perspectiva de Miguel Ángel Arenales, egresado de Sociología, estas vivencias se experimentaban de forma distinta, el considera que: “Las pedreas son algo en lo que todos queremos estar, sepamos o no sepamos por qué es la pedrea o por qué es la protesta sobre todo en los primeros semestres uno quiere experimentar eso y es la adrenalina de sentir los gases y de correr”. 

Con el Acuerdo de Paz firmado con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en el gobierno de Juan Manuel Santos, algunos movimientos estudiantiles incorporaron el arte en la protesta para promover la construcción de paz como forma de lucha y resistencia. Por eso, varios de estos movimientos fueron veedores de este acuerdo y continúan apostándole a la construcción de la paz dentro y fuera de la universidad. 

Una imagen controvertida… 

Colección Fotográfica del Archivo Central e Histórico de la Universidad Nacional de Colombia sede Bogotá

¿De quién son las paredes de la Nacho? ¿de la Nación? ¿de la administración? o ¿de los estudiantes? Este es el debate que ha surgido en dos de los diferentes momentos en los que la imagen del Che Guevara ha sido borrada de la pared del Auditorio León de Greiff (2005 y 2016).

Muchos afirman que este revolucionario cubano ya no representa los ideales de la lucha estudiantil actual y consideran que debería ser Jaime Garzón quien, como líder de esa lucha, por la que incluso dio su vida, ocupe ese lugar. Sin embargo, reconocen que como icono visual, esta imagen ha construido la identidad gráfica, no solo de la Plaza Che, sino de la Universidad misma, hasta el punto en que la foto del grado con el Che de fondo se ha convertido en la prueba de los egresados de su paso por la Nacho.
Otros, por su parte ven en el Che ese ideal de rebeldía y de lucha que impulsa la transformación del país hacia la libertad y la igualdad.
Son los estudiantes quienes finalmente construyen ese pensamiento crítico al abrir espacio al debate y tener autonomía sobre la resignificación de estos espacios. Han sido y siguen siendo lugares que narran, que están vivos y que al ser protagonistas de estas discusiones reflejan la esencia propia de la universidad pública.

“La Universidad Nacional está pensada para discutir qué es lo que queremos del país. Los muros de la Universidad se vuelven un espacio de discusión, todos sus elementos, todo lo que la compone se vuelve un agente político. Se vuelve discurso, se vuelve significado, Andrés Cruz, Diseñador Industrial UN.

 

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