Ecosistema de Páramo: Víctima de guerra a 4000 mt de altura

De día es poco probable ver el sol, la niebla se apodera del paisaje montañoso y a medida que se va subiendo, se espesa el color verde y salen a relucir los frailejones que de lejos son meramente sombras. Estar a más de 3500 metros sobre el nivel del mar, le da un valor especial al aire puro de esta región casi virgen, un paraíso natural que en los años 90 se convirtió en el refugio de militares, guerrillas y población civil. Un escenario de guerra, que bien describe Viviana, oriunda de estas tierras.

 “Una vez nos levantamos a las cinco de la mañana, yo, mi madre y mi hermanito, íbamos bajando cuando llegó un camión y detrás venía la guerrilla cubriéndose para que no los cogieran, íbamos a ordeñar… cuando se prendió esa totacera desde las seis de la mañana hasta las siete de la noche, nosotros lo único que decíamos era Dios mío ayúdanos, porque las balas pasaban por encima de la casa, era el ejército acá abajo y la guerrilla en el alto”

Viviana creció en San Juan del Sumapaz con las dificultades de la vida agraria y el conflicto armado por la disputa de su territorio, una región que lleva a sus espaldas el pecado de estar cerca de la capital, pues a los ojos de las Farc la Provincia del Sumapaz, era estratégica por estar ubicada en el centro del país, resguardada por la cordillera oriental y bordeada por una parte de Bogotá, Huila y Meta. La puerta para alcanzar el poder político.

Desde 1982 guerrilleros del Bloque Oriental se desplegaron a la zona bajo la comandancia de alias Romaña, generando la peor oleada de violencia en la región y una amenaza de muerte para el ecosistema de páramo más grande del mundo (178 mil hectáreas) que lleva su mismo nombre: Páramo de Sumapaz, un depósito natural de agua que abastece alrededor de 15 millones de personas, entre ellas los pobladores de Bogotá.

“La guerra afectó mucho el ecosistema de páramo con el pisoteo de tropas de los grupos armados, el tránsito de animales con carga para llevarles alimentos, también las fogatas se convertían en algunos casos en incendios, eso fue una afectación grande, todavía se encuentran rastros, si uno camina el páramo. ”Misael Vaquero, campesino San Juan del Sumapaz.

Las víctimas que no lloran

A pesar de estar a solo 100 km de Bogotá, la región del Sumapaz fué invisible para los gobiernos durante años, paradójicamente el olvido se convirtió en el escudo de protección para la fauna y flora, pero pobladores como Misael Vaquero, cuentan que la llegada de actores armados a la región, no solo dió rienda suelta a sangrientos combates y constantes agresiones a los campesinos, pues el suelo y la vegetación se convirtieron en una víctima directa de la violencia. 

“El conflicto armado afectó el medio ambiente y el ecosistema de páramo porque allí acampaban en el centro del paramo tanto la guerrilla como el ejército, pero de sobremanera el ejército que mantenía muchos soldados y usaban los pajonales, los frailejones y todos los arbustos que habían para hacer sus cambuches y resguardarse del frío, también allí dejaban basuras peligrosas como las baterías de los radios, explosivos y toda clase de plásticos”. 

 

Misael nació en la vereda Santo Domingo, es un campesino líder del sindicato agrario en el Sumapaz, así como el páramo, también fue afectado por los actores armados y da cuenta que la guerra no discrimina ni selecciona sus víctimas, solamente se expande, llevandose de frente todo lo que encuentra a su paso.  

“El acampar el ejército y la guerrilla en el páramo donde destruían lo que allí había, los ranchos, dañaban el frailejón, allí el medio ambiente sufre todo lo que fue el conflicto armado, desde el 2000 hasta el 2016 que ya llegan los acuerdos de paz y merma la presencia de tropa, pero aún se mantiene solamente que en las zonas de páramo es muy esporádicos los patrullajes que hace el ejército”

Aunque en la etapa de pos acuerdo se han generado espacios para la reparación de las víctimas, hay unas que aún callan y guardaran para siempre en su interior los atroces crímenes: los miles de ecosistemas a nivel nacional que como el Páramo de Sumapaz preservan en sus entrañas más profundas las cicatrices de la violencia armada, que ante su magnitud es imposible evidenciarse, incluso actualmente no sabemos cuántos siglos de vida se perdieron por la sevicia de la guerra. 

Escenario de guerra

Las disputas por la tierra han marcado la provincia del Sumapaz desde el siglo XX, en primer lugar lideradas  por las luchas agrarias y posteriormente por el conflicto armado, que la tomó en principio como una zona de tránsito para mover tropas, armas y secuestrados. 

Sin embargo en el año 2000 la llegada del Plan Colombia, significó el fortalecimiento militar en la zona y el punto de quiebre de la guerrilla diez años después, provocando innumerables crímenes de guerra, “desde desplazamiento por persecución de las fuerzas militares, montajes judiciales que llevaron mucha gente a la cárcel, asesinatos, hurto de ganado, saqueos a casa de campesinos. Por parte de la guerrilla también hubo asesinatos, desplazamientos de la población y extorsiones” asegura Misael. 

Pero en el territorio no solo han quedado huellas del accionar de los fusiles y las ideologías de izquierda, algunas paredes revelan la presencia de la Nueva Marquetalia, un movimiento guerrillero residual, sin embargo Vitelmina Vargas excombatiente de las FARC recuerda el territorio en las épocas más hostiles “Todo esto era campo de batalla. Por ese tiempo se vivieron muchas tomas, las FARC se tomaban los comandos de policía y no solamente en Arbeláez, también en Pasca, eso quedó en el marco de la historia”.

Además, para acceder a la región es complicado, no cualquier vehículo puede subir, las carreteras son extensas y destapadas, pero aun así, atestiguaron el caminar no solo de los combatientes, sino de los campesinos que huían de la región para evitar ser carne de cañón entre el ejército y la guerrilla, una realidad a la que sobrevivió Alexander Guzman.  

“En Cabrera sufrí torturas físicas y psicológicas, en esos procedimientos el páramo me empieza a hacer mucho daño sobretodo la vez que la tropa del batallón de alta montaña me torturó, yo pensé que no sobreviviría, me cogieron y me hicieron amanecer por allá a 4000 mil metros de altura eso fue terrible, amanecí mareado y muy enfermo. No podía ni moverme casi”. 

 En repetidas ocasiones la vida de Alexander estuvo en peligro, las amenazas iban y venían también por parte de la guerrilla, solo el páramo sabe cuán dolorosa fue su hazaña. “me enfrente a dos comandantes de las FARC que utilizaban actitudes duras con los campesinos, el del frente 51 me mandó una carta diciendo que tocaba disputar si mandaba yo o mandaba las FARC en la región y varias veces con algunos conocidos me mandó decir que me tenía que matar, psicológicamente se vuelve uno pedazos”.

Alexander jamás en su vida ha llevado un arma, lo único que ha cargado es con el estigma de favorecer a unos o a otros por haber nacido en ese territorio lleno de seres vivos valiosos, que si pudieran hablar relatarían las historias más crudas de la guerra. 

  “Recuerdo que llegando al cerro, una vez se presentó el combate más fuerte del que yo tengo conocimiento en este páramo y salió un soldado herido, se pierde de la tropa y venía con otros dos jóvenes y ya venía que no podía más, es la única vez que recuerdo que usaron hojas de frailejón para taparlo mientras venían a buscar ayuda, pero cuando regresamos igual estaba muerto”. Declaraciones del TC. Antonio Arredondo, Batallón de alta montaña #1, publicadas por el Centro Nacional de Memoria Histórica 10/12/2018 

El conflicto del posacuerdo

“Las FARC desde que llegaron a este páramo empezaron a cuidar el medio ambiente, a cuidar la fauna, a cuidar toda esa riqueza medioambiental, la caza fue prohibida pero por las FARC, la pesca fue planificada para no acabar con la riqueza, se cuidaban mucho los árboles nativos del páramo, era prohibido ir a cortar árboles del páramo entonces aquí fue la voluntad popular la que atacó temporalmente”.  Pedro Riveros, campesino miembro del comité ambiental de la Federación Nacional de Cooperativas Agropecuarias (FENACOA)

Por estas tierras heladas, la llegada de la paz no significó el fin de la lucha, por el contrario, desencadenó conflictos que los campesinos intentan combatir. Aunque el acuerdo de paz firmado en 2016 entre las FARC y el Gobierno Nacional les brindó un poco de tranquilidad, no se ha generado una reforma rural integral para que tengan la soberanía total de la provincia, pues su riqueza natural es sinónimo de beneficio económico para multinacionales.

“ya no tenemos un conflicto armado, ahora es un conflicto social con las multinacionales y la explotación de recursos ambientales” Gustavo Villalba, agricultor, municipio de Cabrera

En la región se han propuesto proyectos minero energéticos, extractivistas y la construcción de hidroeléctricas, pero la comunidad campesina se ha capacitado y organizado para ejecutar alternativas de resistencia que velan por la protección del ecosistema que les pertenece. Una lucha que ha desencadenado más violencia, no al mismo nivel del siglo pasado, pero sigue siendo una disputa latente. 

“Se han generado conflictos bastante fuertes, nos hemos opuesto a los megaproyectos porque en el 2009 llegó Condensa con propósito de hacer una represa allá arriba en la Unión y la gente resistió  diciendo que no entregaban el territorio, que preferían que los mataran. Aquí hubo una consulta interna y popular el 26 de febrero del 2017 si o no a los megaproyectos sobre todo por lo hídrico, hidroeléctrica del Sumapaz y la gente votó que no”.  Alexander Guzman, líder campesino, Cabrera Cundinamarca. 

Nadie sabe a ciencia cierta cuál será el futuro del Páramo más grande del planeta tierra, lo cierto es que estos guardianes darán hasta la vida para defenderlo a capa y espada (video).

“Este páramo de Sumapaz hay que cuidarlo porque es la vida, es el futuro, la existencia de los pobladores. Lo que significa el páramo de sumapaz es vida para el ser humano, para la vegetación, para  los cultivos, para todo, sin eso no hay nada”. Pedro Riveros, campesino miembro del comité ambiental (FENACOA)

De las épocas de guerra no solo quedaron huellas hostiles en el páramo, adicional se potenció la pedagogía en el territorio, aunque han sido años llenos de dificultad para los pobladores que defienden y protegen el Sumapaz, cada vez se suman más esfuerzos comunitarios con el fin de sembrar futuro y conciencia del valor que tiene su territorio para la humanidad. 

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