“Es el alabao, es el chigualo, es el lumbalú allá en Palenque el que nos permite procesar los duelos de las muertes… vengan de donde vengan. ¿Qué le queda a los pueblos aparte del dolor tan profundo que genera la muerte de los seres queridos que luchan por nuestros derechos?”, Luz Stella Malpica Rodríguez, docente y directora de la editorial Tagigo.
La lengua de un pueblo como instrumento de lucha, memoria, construcción de territorio y transmisión cultural a las nuevas generaciones. Lenguas criollas que siguen vigentes como escenarios de resistencia 500 años después de la esclavitud y que hoy le hacen frente a la guerra. Así es la Lengua Palenquera de San Basilio de Palenque en el departamento de Bolívar y la lengua Creole de San Andrés, Providencia y Santa Catalina.
“No es simplemente un instrumento de comunicación convencional. Esta palabra tiene una riqueza, tiene un no sé qué, es la vivencia y el resultado de una larga historia de un territorio que comprende una creación cultural compleja, unos códigos de cohesión e identidad colectiva de memoria milenaria”, explica Mirian Diaz Pérez, palenquera, etnoeducadora y líder del grupo Voces Ancestrales.
Lenguas que más allá de representar un territorio, lo son por sí mismas, pues son el vínculo que entrelaza la cultura afro, su lucha y su forma de ver y narrar el mundo con los diferentes lugares que han habitado desde la diáspora africana hasta la actualidad y que sin importar las fronteras y la temporalidad, continúan vigentes y son herramientas para resistir.
Raíces
Para comprender el poder y el significado de las lenguas criollas en Colombia es necesario remitirse al entramado histórico que hay detrás. Daniel Bejarano, investigador de la línea lingüística de corpus y computacional de Instituto Caro y Cuervo presenta una síntesis del surgimiento de estas lenguas que data desde la época de la conquista española, siglo XV y XVI, cuando los esclavos negros fueron traídos de África para reemplazar la mano de obra indígena.
Es así como los eslavos negros son comercializados entre hacendados y algunos de ellos empiezan a sublevarse a sus “amos” y a escapar. “En Colombia, Benkos Bioho fue un líder africano muy importante que dirigió una gran fuga de esclavos en el departamento de Bolívar, donde se asentó en lo que hoy se conoce como San Basilio de Palenque […] los palenques eran comunidades de negros cimarrones (que habían escapado) que se llamaban así porque delimitaban su espacio con cercas de palo”, narra el investigador.
Una vez asentados los cimarrones necesitaban convivir, y ahí es cuando entra el asunto lingüístico, pues no todos provenían de las mismas regiones africanas y por lo tanto no hablaban la misma lengua, de esta forma nace el criollo de San Basilio de Palenque. “El caso de la lengua Creole de San Andrés es muy similar, la diferencia es que la lengua base es el inglés y no el español por la colonia que en un inicio fue española, pero después británica y holandesa”, agrega Bejarano.
Las lenguas criollas son entonces mucho más que una necesidad de comunicación. Han sido la forma de transmisión de saberes, de costumbres y de la preservación de la cultura y de la lucha de los afrodescendientes en Colombia. El pueblo afro ha empleado su lengua como resistencia a todos los tipos de violencias de las que han sido víctimas desde la diáspora africana hasta las dinámicas actuales de la guerra en Colombia.
Lengua, conflicto y territorio
A San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América, también llegó el conflicto armado de los años 80. Miembros de las guerrillas del EPL, ELN y las FARC-EP utilizaron el territorio como lugar de paso y de abastecimiento, causando terror en la comunidad por medio de secuestros, extorsiones, reclutamiento de menores, violencia sexual y desplazamiento forzado, así lo narra el especial ‘La historia de un pueblo liberado’ realizado por la Unidad para la atención y reparación integral a las víctimas.
“Tal asedio hizo que los habitantes de Palenque cambiaran su estilo de vida y abandonaran sus costumbres. Dejaron de lado las labores diarias en el campo, las prácticas tradicionales para el cultivo de alimentos, las salidas a los arroyos que eran lugares de reunión y esparcimiento, y se convirtieron en escenario de dolor y muerte”, expone este especial. Cabe resaltar que después de estos hechos esta comunidad inició un proceso de recuperación y defensa de su cultura.
Según la etnoeducadora Mirian Diaz, el conflicto armado colombiano representa una amenaza para la cultura afrodescendiente palenquera porque es la penetración de prácticas culturales distintas y externas que debilitan los mecanismos de autoridad propia que tienen en sus territorios, como la guardia cimarrona, y se ven obligados a reconocer otras autoridades perdiendo así su autonomía.
Una de las violencias que más atenta contra la cultura de las comunidades afro es el desplazamiento forzado, pues es un hecho que fractura el vínculo con el territorio. Para la cultura afrodescendiente, el territorio más allá de ser un espacio geográfico o un lugar específico en el que se habita, es el entorno y el contexto que permiten la vida y la lengua criolla es la identidad y la transmisora de saberes en ese entorno. De esta forma, la lengua, el territorio y el conflicto están relacionados.
“Aunque la lengua es un elemento distintivo, creador y transmisor de la identidad, se ve constantemente amenazada por las realidades propias del conflicto que atentan contra el estado y vitalidad de esta lengua de forma indirecta al atentar muy directamente contra la vida misma de estas comunidades. Por ejemplo, el desplazamiento forzado que saca a estas comunidades de su realidad y las inserta en realidades distintas que no les pertenecen”, así lo expresa el investigador y lingüista Daniel Bejarano.
Según la Defensoría del Pueblo entre el 1ro de enero y el 7 de marzo de 2021 aproximadamente 11.150 colombianos han sido desplazados de sus territorios. De esta cifra, el 90 por ciento pertenece a población afrodescendiente e indígena. Esto evidencia el impacto del conflicto en las comunidades minoritarias que no cuentan con presencia Estatal y deben abandonar sus territorios por cuenta de la violencia.
Manifestar lo que siente, lo que se lleva por dentro
“Frente al conflicto armado justamente es la fuerza del nomos (fuerza de la palabra) la que nos permite expresar situaciones como la de nuestros líderes sociales que han sido víctimas de este conflicto […] La lucha de un hombre negro es la lucha de todo el pueblo negro como la victoria de una persona negra es la victoria de todo el pueblo negro”, afirma Luz Stella Malpica Rodríguez.
A través de la fuerza de las palabras, la comunidad afro resiste y manifiesta las situaciones que se viven en las regiones de Colombia. La palenquera, etnoeducadora y creadora del grupo ‘Voces Ancestrales’, Mirian Diaz ha empleado la poesía para exteriorizar el dolor de la guerra. La potencia de su voz, su dominio de las palabras y la expresividad con la que declama permite a quien la escucha transportarse a las realidades del conflicto. Acá un ejemplo sobre la situación de los Montes de María narrada en lengua palenquera y español:
Palabras que además de permitir exteriorizar un sentir tienen el poder de proteger a una comunidad: “Nuestros abuelos por ejemplo, decían unas palabras en lengua palenquera cuando tenían algún conflicto y cubrían el territorio, de allí no pasaba el enemigo, el enemigo pisaba el territorio siempre y cuando ellos lo permitieran. La lengua palenquera debe ser un museo vivo en este transcurrir social porque de verdad que es algo muy bello”, agrega esta líder palenquera.
Preservar la lengua madre
Estas dos lenguas criollas (Creole y Palenquera) están en riesgo de desaparecer y con ellas toda una cultura ancestral. Las dinámicas de la guerra y la imposición de modelos culturales externos han debilitado la transmisión de esta riqueza lingüística a las nuevas generaciones. Por esto, mujeres como Miriam, Briceña y Luz Stella se han dedicado a salvaguardar este código cultural desde sus diferentes labores y áreas del conocimiento.
“La cultura nativa no es la misma de antes, los jóvenes están hablando casi todos español. Yo y otras profesoras tenemos que resistirnos para que no opaquen nuestro idioma, nuestra lengua materna. Cada uno de nuestros pueblos debe aliarse para conservar nuestro idioma”, afirma Briceña Corpus Stephens, docente sanandresana.
Por su parte, Luz Stella Malpica desde la editorial Tagigo ha abierto el espacio para que los textos y las diferentes narrativas con enfoque étnico puedan ser publicadas y conocidas por la población colombiana y al ser licenciada en Español y Lenguas Modernas promueve la enseñanza de estas lenguas criollas a las nuevas generaciones.
“Enseñar una lengua es enseñar una cultura. Resistir es hoy en dia poder decir aqui estamos con nuestra lengua nativa, aquíi estamos enseñandole a nuestros niños, porque cuando yo enseño mi lengua enseño mi cultura pese a los 500 años del proceso de esclavitud y de la lucha de la libertad […] Es realmente lo nuestro, no es lo impuesto, nosotros queremos avanzar desde el origen, desde la raíz, desde el fundamento”, menciona Luz Stella.
Es necesario que se reconozca la importancia de preservar las lenguas criollas y que se generen iniciativas desde las instituciones competentes para promover su protección. “Tenemos que tratar de implementar acciones donde se fortalezcan esos procesos de transmisión de saberes, sobre todo a los jóvenes y a los niños y fortalecer unas dinámicas de apropiación del territorio que se relacionen con la identidad y con la memoria histórica”, concluye Mirian Díaz.